jueves, 26 de marzo de 2009

Viaje a Guanajuato

Viaje a Guanajuato

Bueno, éste productivo trabajo es una redacción de mi viaje a Guanajuato para exponer sus más interesantes puntos y los hechos sobresalientes.

Blah. Qué falso.

Primero; después de un tortuosísimo camino compartiendo asiento con una amiga y una barbie; gracias a que las antes mencionadas barbies llegaron tarde y se nos coló una al asiento porque todas tenían que estar juntas, soportando el olor a plástico quemado mezclado con spray de pelo barato porque las muchachas tenían calor, escuchando detalle a detalle el futuro de la relación de Jorgito y Claudia, y recibiendo mil consejos de cómo me podría peinar las rastas porque se les hace medio feo el nudo de mi pelo, llegamos a nuestro primer destino que era el templo de San Cayetano.

Honestamente la encuentro el templo más kitsch del mundo. Bueno, no creo que le gane a San Juan. Empate pues.

¿Necesita información sobre lo kitsch? Es importante que sepa lo que es porque, sino el punto de mi comentario es completamente malentendido.

Ahí va una pequeña referencia: se origina del término alemán yidis etwas verkitschen. Define al arte que es considerado como una copia inferior de un estilo existente. También se utiliza el término kitsch en un sentido más libre para referirse a cualquier arte que es pretencioso, pasado de moda o de muy mal gusto.

A mi, me gusta lo kitsch. Así que dé por seguro que me encantó el templo. El guía nos contó un montón de cositas interesantes. Como por ejemplo cuanto oro había ahí. Y estoy segura que todas las personas presentes se preguntaron porqué estaba tan fea el templo. Bueno, no fea. Kitsch.

En fin, después de laarga explicación del cómo se construyó aquél santuario al mal gusto, partimos hacia el museo de la Inquisición.

Extensa cuadra y media recorrida para llegar ahí, bajo el sol y el impetuoso calor, llegamos a refugiarnos del fulgor del sol al humilde museo de la Santa Inquisición. Ah, que lugar tan poético. Con estar dentro de él treinta segundos, te invadía el delicioso sentimiento de la claustrofobia.

Dimos el recorrido en lo que dulcemente pareció una eternidad, con la agradable narración de nuestro guía. Chistes adorables los de él; hizo una variedad de cómicas bromas con temas como: -“¿Quién quiere subirse a la cama de clavos? o ¿Quién me ayuda a romperle todas las extremidades a Ariadna?”

Esos momentos que perpetúan tu memoria con el agridulce recuerdo de las risas cínicas de esos momentos. Vaya, ¡yo si me sentía en convención de masoquistas!

Después de esa adorable visita, y una glamorosa sesión de fotos en las hogueras y las horcas, nos dirigimos ahora, a la fabulosa mina “La Valenciana”.

Irónico nombre, para la visita a Guanajuato.
Chiste local. Bueno, ni tanto. Pregúntele a los del camión.

Total que llegamos y me hicieron amablemente apagar mi cigarro en la entrada, y al entrar me atacó una revuelta de barbies escogiendo colores de “sombreritos” para entrar a la mina.

Que yo el azul, que yo el naranja.

Vaya caos.

Total después de la turba, seguí mi camino apesadumbrada aún por la lucha intensa recién vivida, mientras platicaba con algún alumno a quién probablemente no le puse mucha atención ya que no recuerdo quien era.

Avanzamos con un paso de lechón hacia el matadero. Lo bueno, es que no hacía calor adentro.

Bajamos los que creo fueron alrededor de 65 escalones sólo para ver que habían tapado la mina y que nuestro ritmo cardiaco se acelerara lo más posible, por diversión. Creo.

Luego subimos los interminables y empinados 65 escalones de la muerte, y llegamos con el guía clásico que se sabe el speech de memoire, pero si lo paras a la mitad tiene que empezar desde el principio.

Saliendo creo fuimos a una tiendita y me compré una refrescante paleta de fresa.

Regresamos al camión, y nos llevó hasta el centro. Llegamos directito a la Alhóndiga de Granaditas. Museo fabuloso, crucial para la Independencia y eso.

Choro, choro, más choro.

Salimos y que a la uni y que al teatro Juárez.

Y que total somos libres para ir a comer.

Eso hicimos, fuimos a un lugar a comer pasta en dónde al principio se portaron fabuloso y cuando a Germán se le ocurrió reclamar porque le llevaron pasta Bolognesa y no cuatro quesos, se pusieron un poco malhumorados.

Anécdotas mil, de que las hermanas de la niña Japón estaban al lado, y que el gordito se le sale un eructo y nos dice “Excuse me”.

Fuimos, compramos cigarros y nos deshicimos de Germán y terminamos pidiendo dos cubetas de cerveza en cierto barecito.

Después nos encontramos con el hecho de que ya era hora de encontrarnos con los directivos y coordinadores del adorable viajecito para dirigirnos a la callejoneada.

¡Ambiente con el que nos encontramos! Todos a voz fulgurosa entonando a uno: “Amadeo para coordinador”

Otro de esos momentos para perpetuar.

Fuimos a comprar un par de botellitas de un exquisito líquido color ámbar, con olor seductor y deslumbrante al gusto.

Callejoneada pues.

FIN

(Los eventos posteriores a éste punto en la historia son increíblemente borrosos y confusos, y en veces hasta me duele la cabeza de intentar recordarlos. Sobre todo al siguiente día.)

*Ésta redacción fue inicialmente hecha para ser presentada como mi trabajo para entregar en la materia de Panorama como mi reporte del viaje a guanajuato.